Casi dos meses después de su reelección, el presidente ve amenazada la gobernabilidad de su segundo mandato con la “tercera vuelta” impulsada por Mélenchon.
Los franceses están llamados este domingo a elegir a los 577 diputados de la Asamblea Nacional (Cámara baja) en la primera vuelta de unas elecciones legislativas complejas para el oficialismo, en las que el Gobierno del reelecto Emmanuel Macron podría perder la mayoría absoluta en el hemiciclo ante el ascenso fulgurante de la novedosa alianza de izquierdas, liderada por el veterano Jean-Luc Mélenchon.
Casi dos meses después de su reelección, Macron ve amenazada la gobernabilidad de su segundo mandato con la “tercera vuelta” impulsada por Mélenchon, quien tras quedarse a un paso del balotaje presidencial logró reunir al arco político de izquierda en la Nueva Unión Popular Ecologista y Social (Nupes).
Esta alianza, inédita en 25 años, busca alzarse con la mayoría parlamentaria para erigir a su líder, que no compite en estos comicios, como primer ministro y forzar así una cohabitación que impida al oficialismo seguir “con su política injusta y brutal”.
Si bien tradicionalmente las elecciones legislativas en Francia son una formalidad para el partido oficialista, que suele aprovechar la racha electoral de las presidenciales para hacerse con la mayoría absoluta en el Parlamento, esta vez los sondeos anuncian una tendencia distinta.
Las últimas encuestas publicadas pronostican un resultado ajustado en la primera vuelta de este domingo entre el oficialista Juntos (24,5 a 28% de los votos) y Nupes (24 a 28%), que se traduciría en un mayor número de diputados oficialistas (entre 250 y 335 escaños) en el balotaje de la próxima semana, pero sin la certeza de lograr la mayoría absoluta de 289 legisladores.
Estas proyecciones difieren con los 360 escaños obtenidos por la coalición oficialista en 2017 y demuestran el desgaste sufrido por Macron en estos años en el poder.
Tras un primer Gobierno marcado por el malestar social, su reciente reelección frente a la aspirante de ultraderecha Marine Le Pen se dio más para evitar un triunfo de la extrema derecha que por una adhesión a su programa, en medio de un contexto de preocupación económica por el alza de precios vinculada a la guerra en Ucrania.
Este panorama explicaría por qué casi dos tercios (63%) de los electores desean una cohabitación en Francia, según un sondeo reciente de la consultora Ifop.
La última vigente en el país fue de 1997 a 2002, cuando el presidente conservador Jacques Chirac nombró primer ministro al socialista Lionel Jospin después de que la coalición de izquierda de entonces lograra una sorpresiva mayoría absoluta en la Asamblea.
“Nuestras posibilidades de ganar son muy altas”, dijo recientemente en un acto en París Mélenchon, quien busca aprovechar este particular contexto.
Aunque en un principio el oficialismo restó importancia a la amenaza de Nupes, los ataques contra el “Chávez galo”, como lo tildó días atrás el ministro de Economía, Bruno Le Maire, se multiplicaron en las últimas semanas.
“Nos lo tomamos en serio, porque tanto en los medios como en las encuestas Mélenchon es el único que existe actualmente más allá de la mayoría presidencial”, explicó la diputada oficialista Aurore Bergé en diálogo con la cadena pública France 2.
La preocupación se hizo patente tras conocerse los resultados de la primera vuelta de las legislativas para los franceses del extranjero, celebrada el pasado fin de semana, en los que Nupes logró pasar al balotaje frente a Juntos en diez de las 11 circunscripciones, el doble con respecto a 2017.
Si bien el oficialismo encabezó las intenciones de voto en ocho de esos territorios, esta dinámica llevó al líder parlamentario del Movimiento Demócrata -socio de la alianza gubernamental-, Patrick Mignola, a “temer un accidente electoral”, consignó el vespertino Le Monde.
Incluso el propio Macron, quien se había mantenido al margen de la campaña y había retrasado su inicio al nombrar su nuevo Gobierno dos días antes de la fecha límite, reanudó los desplazamientos en el terreno para fortalecer a su formación.
Tal como sucedió en la recta final previa a los comicios presidenciales, el jefe de Estado volvió a multiplicar los guiños hacia la izquierda en sus actos, donde se centró en temas predilectos de este electorado -como salud, educación y juventud-, y relegó su agenda liberal, principalmente su polémica reforma previsional, que pospuso a 2023.
Macron también quiso dar una cierta impronta de izquierda a su nuevo gabinete, encabezado por una primera ministra procedente de la centro-izquierda de su partido, Élisabeth Borne, y que incluye al historiador especialista de las minorías Pap Ndiaye como ministro de Educación.
En un país dividido políticamente en tres bloques -extrema izquierda, centro y ultraderecha-, el oficialismo se muestra confiado en presentarse como una fuerza centralizadora que recuperaría los sufragios de izquierda en caso de duelo con la extrema derecha y viceversa.
También espera captar al electorado moderado, como los socialistas disidentes que rechazaron la alianza con Mélenchon o los conservadores de Los Republicanos (LR).
Sin embargo, desde el LR -que aspira a entre 30 y 55 diputados, según los sondeos- ya adelantaron que no darán una consigna de voto si sus candidatos no pasan a la segunda vuelta.
El oficialismo se vio además golpeado en las últimas semanas por una serie de polémicas, como la cuestionada actuación policial durante la final de la Liga de Campeones o las acusaciones de violación contra un flamante Ministro, que sumadas a una fuerte abstención -los pronósticos la sitúan por encima del 50%- podrían perjudicarlo aún más de cara a la primera vuelta.
Según Sananes, la existencia de dos bloques fuertes de izquierda y ultraderecha podrían relegar a la coalición gubernamental a un tercer puesto en numerosas circunscripciones y, con una abstención tan alta, sería difícil alcanzar el 12,5% necesario para pasar a una segunda vuelta con más de dos candidatos.
No obstante, dado el controvertido sistema electoral a dos vueltas y no proporcional de los comicios legislativos, toda proyección es relativa porque las intenciones de voto nacionales no se traducen directamente en el plano local, afectado por múltiples variables.
Así, Juntos podría obtener la mayoría absoluta en el Parlamento incluso con un 24,5% de los votos, algo que para el director de investigación de Ipsos, Mathieu Gallard, denota la imperfección de este sistema.
“La hipótesis de que un partido político (sea el que sea) pueda obtener casi todos los poderes apoyándose en menos de un cuarto de los votantes en unas elecciones con una abstención enorme, da para pensar y no es muy saludable”, destacó en su cuenta de Twitter.
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