Fuera de su país de origen, Corea del Sur presenta el mayor número de casos confirmados del coronavirus COVID-19: un poco más de 800. La mayoría de los infectados son miembros del culto secreto Schincheonji
De los más de 833 casos de contagio por el coronavirus confirmados hasta este lunes en Corea del Sur, país donde se han registrado siete muertos, unos 300 conciernen a la secta cristiana Shincheonji.
Dieciocho miembros de la secta diagnosticados positivo volvían de un viaje de peregrinación a Israel, donde se declaró un primer caso y cerca de 200 estudiantes que estuvieron en contacto con turistas surcoreanos están en cuarentena.
El presidente de Corea del Sur Moon Jae-in elevó el alerta sanitario en el país a “rojo”, el nivel más elevado, y admitió que “los próximos días serán cruciales”. Este lunes fue aplazado el campeonato nacional de fútbol.
Una de las principales razones de la inquietud que suscita la secta radica en los lazos que tienen sus miembros con China.
“La secta Schincheonjie, implantada en el oeste de China, está presente desde la provincia de Heilongjiang al norte, hasta Shanghái, pasando por Pekín. También habría una implantación de la iglesia en Wuhan”, dijo a RFI Ji-il Tark, profesor de la Universidad Presbiteriana de Busan, segunda ciudad de Corea del Sur.
Tanto la secta como las autoridades chinas han dicho que el santuario de la secta en Wuhan fue cerrado. Pero según fuentes chinas consultadas por el profesor Ji-il Tarkn, “todavía habría una presencia de la secta en la capital de Hubei; en todo caso, lo que se puede decir, es que la secta intentó al menos reclutar en Wuhan”.
En Shanghái, la secta tiene 1500 adeptos, por tanto “no hay que descartar que algunos de ellos hayan tratado de reclutar nuevos adeptos en Wuhan”, agrega Tarkn, cuyas fuentes son profesores y funcionarios chinos.
“La particularidad de la secta Schincheonji es reclutar nuevos adeptos en secreto en las otras comunidades cristianas. La secta es mal vista en la sociedad surcoreana y por eso la mayor parte del tiempo los adeptos se esconden y se acercan a la gente de manera discreta, primero tratando de establecer relaciones con ellos en las misas o proponiéndoles estudiar secretamente la Biblia”, dice también el profesor surcoreano.
En esta organización, clasificada como secta por las autoridades, “su líder Lee Man-hee es considerado como el ‘espíritu santo’”, recuerda también el profesor Ji-il Tark.
La necesidad de reclutar está relacionada con el principal punto de la doctrina de la secta: su líder prometer salvar 144.000 fieles y llevarlos al cielo el día del juicio final. Los salvados “tendrán la vida eterna y se convertirán en grandes sacerdotes que dirigirán el mundo”.
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