El país ya aparece en rojo en el mapa mundial pero el Gobierno prefiere hablar aún de “etapa de transición”.
El mapa de México ya ha cambiado de color, del gris al rojo. Para la Organización Mundial de la Salud (OMS) eso solo quiere decir una cosa: el país ha entrado en la fase 2 de la pandemia del coronavirus, con cinco personas que no son capaces de identificar quién les infectó, es decir, ya no cabe atribuirlo a visitas del extranjero. Ahora el contagio es local, se produce en territorio mexicano y la progresión de la enfermedad, en adelante, será más vertiginosa. Estas cinco personas representan aún apenas el 1% del total de los 367 casos, 51 más que el domingo. Los graves son un 1%, un 89% permanece en estado leve. El registro ha incorporado cuatro fallecidos. El Gobierno dice ahora que planea un estudio para ver la importancia de la transmisión desde personas asintomáticas.
Las últimas semanas, el Gobierno mexicano ha insistido en que el país permanecía en la fase 1 y que solo hasta que llegara la transmisión comunitaria podría hablarse de fase 2, pero ahora le cuesta admitirlo y el subsecretario de Salud, Hugo López-Gatell, ha preferido hablar este lunes de “etapa de transición”. “Es indistinto llamarle 1 o 2, eso no es informativo”. A medida que esta fase 2 avance, “intentar rastrear la trazabilidad de la enfermedad no solo será imposible, sino inútil. Ahora lo importante serán las medidas sociales de mitigación”, ha dicho. Pero ha avisado de que América aporta ya al mundo el 42,5% de los casos, casi alcanzando a Europa, que registra el 49% todavía. Para este martes, el presidente, Andrés Manuel López Obrador, ha anunciado que presentará nuevas medidas de contención.
A México le sigue persiguiendo la insistencia de la OMS en Ginebra de que la forma de atacar debidamente a la enfermedad es efectuando pruebas a la población para saber qué dirección sigue el virus. Pero este es el lado más oscuro de la información del Gobierno sobre la epidemia. Se vio obligado a decir hace días que se habían hecho 9.100 pruebas mediante los sistemas centinelas que vigilan cada año el comportamiento de la influenza, a los que se incorporó el algoritmo para detectar el coronavirus. Hoy, las declaraciones de Gatell han sembrado dudas nuevas. Primero, ha afirmado que “ese barrido en busca del virus se inició en la segunda quincena de enero en rondas semanales”. Después ha añadido que las pruebas para la Covid-19 “se incorporaron en la primera semana de febrero”. E inmediatamente ha hablado de que el viernes pasado se aprobaron “nuevos lineamientos para la vigilancia de la enfermedad” de tal forma que a partir de este lunes coexistirán los dos mecanismos de vigilancia: las pruebas a los casos sospechosos y sus contactos y la vigilancia del sistema centinela [para los no sospechosos]. ¿Pero el sistema centinela no estaba funcionando desde enero? ¿Quizá desde febrero? La rueda de prensa se ha acabado sin satisfacer estas cuestiones.
Al ruego de un periodista, Gatell se ha comprometido a que estas cifras y sus resultados se publicarán con el resto de la información del coronavirus que se ofrece. Por qué no se ha hecho hasta ahora es algo que tampoco los responsables de la OMS en México acaban de entender. Y es casi el único asunto en el que no coinciden con la actuación del Gobierno.
El subsecretario ha explicado que esta vigilancia en los cerca de 400 centros sanitarios centinelas que se toman de referencia para medir la influenza es algo parecido a las encuestas. “Es ilusorio pretender que esos pocos millares de personas son el todo”. Quizá, como recomienda la OMS en Ginebra -no así en México- esos millares de pruebas deberían incrementarse notablemente. No hay mucha claridad en todo esto. “Planeamos un estudio para identificar qué importancia tienen las transmisiones asintomáticas y ver cómo nos puede ayudar a reorientar algunos esfuerzos de prevención”, ha dicho el subsecretario. Pero esa importancia ya la definió China hace tiempo, cuando percibió que no bastaba con aislar a los sospechosos mientras los aparentemente sanos contagiaban al resto. Y se procedió a hacer pruebas masivas para perseguir al virus aun cuando no daba la cara.
Ciudad de México y su zona conurbada, más de 20 millones de personas, será previsiblemente la zona más afectada con la epidemia debido a la densidad de población, que supone el 25% de los habitantes del país. “No quiere decir que el resto no deba tener la misma intensidad en la prevención, pero es lógico que la ciudad tome decisiones de adelanto de las acciones”, ha dicho. En efecto, la enorme capital mexicana ya ha ordenado cierres de todos aquellos lugares que no son esenciales para las necesidades básicas, como gimnasios, museos, cines, teatros… y se ha pedido a la población que mantenga una distancia de un metro y medio más o menos para no contagiarse. En algunos supermercados ya hoy se guardaba la fila ante la caja con esa medida de precaución. Pero los restaurantes siguen abiertos.
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