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Ocho motivos por los cuales la emisión puede no ser inflacionaria en este contexto

La emisión implicará una aceleración inflacionaria como la teoría ortodoxa pronostica o no. Y tal vez la respuesta sea interesante puesto que existen al menos ocho razones para pensar que no necesariamente tenga que ser así.

La teoría ortodoxa se aferra a una idea, la cual solo sabe repetir como un mantra: la inflación es un fenómeno exclusivamente monetario. Así suponen que toda emisión inevitablemente generará un aumento de los precios. Su monocausalidad, no obstante, les hace dejar de lado otros factores que también pueden generar inflación, por ejemplo, la suba del dólar, la concentración de los mercados, presiones de la demanda, reducciones de la oferta, la puja distributiva, las expectativas, las tensiones sectoriales o problemas similares. Por ello, si tal vez buscaran complejizar sus postulados y fueran menos dogmáticos, los análisis económicos sin duda podrían verse enriquecidos.

Ahora bien, además de los puntos señalados es indispensable entender el momento del ciclo económico que se vive y las situaciones puntuales que se atraviesa. Pues no es lo mismo una economía en depresión, una recesiva o una que crece al 10% anual. Como a su vez, mucho menos, tampoco es lo mismo una dinámica económica que podríamos llamar “normal” que la excepcionalidad actual que estamos atravesando.

Avancemos un poco más y pensemos lo siguiente. La crisis que provoca el coronavirus es un shock externo que no generó este gobierno y que está produciendo impactos globales, donde sufrir desmejoras es inevitable, pues todos los países del mundo las están padeciendo. En todo caso, los gobiernos actualmente no están buscando anular dichos impactos –porque ello es imposible- sino en el mejor de los casos, amortiguarlos y que se vean reducidos lo máximo posible; teniendo como horizonte el Gobierno Nacional que lo sufran lo menos posible los sectores más vulnerables.

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El Estado debe actuar indefectiblemente para contener la situación pero sus opciones son acotadas: recibió una economía en caída libre, con déficit fiscal, inflación acelerada, sobreendeudada y en default (al que el macrismo llamó sutilmente reperfilamiento de sus obligaciones).

Las alternativas para actuar de manera inmediata con el fin a apaciguar la mala situación heredada y la aún peor causada por el coronavirus es la emisión. No existe otra alternativa: el país no tiene acceso al crédito externo desde hace dos años, el FMI denegó seguir haciendo desembolsos y la recaudación está cayendo más rápido que la actividad. Entonces, mientras se estudia crear un impuesto a las grandes fortunas para conseguir ingresos, el camino de la emisión parece ser la única opción disponible y la más efectiva en este momento. Además, dicho sea de paso, en todo el mundo todos los gobiernos están recurriendo a la emisión como principal herramienta económica en este contexto.

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La pregunta, de todos modos, es si dicha emisión implicará una aceleración inflacionaria como la teoría ortodoxa pronostica o no. Y tal vez la respuesta sea interesante puesto que existen al menos ocho razones para pensar que no necesariamente tenga que ser así. Repasémoslos:

El ciclo económico

En este momento estamos atravesando una dura recesión, lo que implica sufrir una fuerte caída económica. Colocar dinero a corto plazo en sectores que necesitan auxilio económico no implica mayor consumo necesariamente de dichos sectores sino amortiguar la caída de la demanda y de la producción. Muchas empresas y negocios les preocupa más dejar de vender, donde prefieren ganar menos o no ganar dinero (incluso perder algo) antes que paralizar completamente su actividad, por ello –frente a la desesperación- no están aumentando sus precios.

Disparidad sectorial

No todos los sectores económicos están enfrentando está pandemia en iguales condiciones, viéndose afectados de manera dispar. Si por ejemplo las fábricas de lavandina y alcohol en gel no dan abasto y han multiplicado sus turnos de producción, existen otras actividades totalmente paralizadas. Muchas empresas necesitan dinero desesperadamente para pagar sueldos y servicios, lo que hace que la demanda de dinero sea realmente muy alta allí, algo que puede equilibrar la suba de la oferta monetaria que la emisión genera. Es decir, demanda y oferta pueden subir en igual ritmo y terminar igualadas allí.

El dólar está quieto

El principal factor inflacionario de este país es la suba del dólar. No obstante, el dólar oficial, que es por el cual verdaderamente se fijan los precios en la Argentina, está totalmente controlado. El cepo y los controles cambiarios le permiten al Gobierno tenerlo pisado. Además de todavía mantener buenos niveles de competitividad. Si bien el dólar MEP, el blue y el contado con liquidación están aumentando, ellos tienen poca o nula incidencia en la inflación y en la economía real (sólo explican un nivel muy bajo de las operaciones de moneda extranjera del país).

Crece el superávit comercial

La situación actual está desmoronando el comercio exterior argentino y el comercio mundial. No obstante, la paralización de la actividad económica está haciendo caer más rápido las importaciones que las exportaciones localmente. Pues el consumo se deteriora pero estamos en plena cosecha agraria y nuestro país no ha dejado de vender alimentos y productos primarios en el mundo, lo que hace que el superávit comercial crezca. Además, el default de la deuda para los bonos en dólares y el cepo ayudan también a evitar la salida de las divisas de la economía.

Dificultades para consumir

Entendamos un motivo práctico: si a la gente se le pone dinero en el bolsillo pero no puede salir a la calle a gastarlo, los efectos monetarios de esa emisión son nulos. Con el aislamiento y el confinamiento obligatorios, el ritmo de circulación monetaria y del gasto se ralentizan notablemente, siendo estos factores anti-inflacionarios vitales y bien concretos.

El multiplicador bancario está cayendo

Debemos entender que la economía actual es compleja y profunda. Para hablar de los efectos del dinero en la economía debemos precisar un poco más y desglosar los distintos agregados monetarios existentes. Pues conceptualmente no es lo mismo la base monetaria (los billetes y monedas en circulación) que la oferta monetaria (su multiplicación bancaria y financiera), las cuales el shock externo modificó en su estructura. Como los bancos no están dando préstamos y también la tasa de repago ha caído, la circulación monetaria que se producía por el lado financiero se ha desmoronado, por ello tal puede ser suplida por una expansión emisiva y generar efectos neutros en los distintos agregados. Un hecho poco considerado.

La inflación viene desacelerándose

El contraste empírico de cualquier postulado debe ser la principal arma para validarlo. Por ello, lo cierto es que la tasa de inflación anualizada desde hace cuatro meses viene cayendo (si en diciembre fue de 55%, en marzo fue de 48%) e incluso abril parece mantener dicha tendencia a la baja. Es decir que los alicientes arriba señalados que pudieran contrarrestar las presiones inflacionarias de la emisión efectivamente están funcionando. Lo cual nos lleva a pensar el punto central aquí defendido: no necesariamente la emisión genera una aceleración de la dinámica de precios, existen contrapesos que también actúan.

La emisión se puede recuperar posteriormente

Todo lo dicho hasta ahora, igualmente, no deja de lado que también en ciertos contextos y dependiendo de las magnitudes la emisión pueda ser un factor inflacionario (aunque no necesariamente el único). Por lo cual, si hubiera un exceso de emisión y ésta causare una aceleración inflacionaria, más adelante en el tiempo cuando la situación sanitaria se vaya normalizando, el Gobierno podría absorber el circulante de más emitido y neutralizarlo. El Banco Central posee muchas herramientas para poder hacerlo. Con lo cual, los excedentes monetarios serían tan solo transitorios y algo únicamente usado mientras dure la emergencia y la excepcionalidad actual.

Lo importante de los señalamientos realizados es que nos invitan a pensar la ciencia económica de una manera más compleja, abierta y real, buscando dejar de lado los dogmatismos ideológicos. Tal vez si buscáramos entender la economía como un proceso múltiple, con actores sociales y en estructuraras dinámicas (que son específicas, concretas y singulares), nos sería más fácil enriquecernos con distintos tipos de análisis, en vez de cerrarnos en mantras y premisas teóricas que se suelen evadir de la realidad y de los contrastes empíricos.

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