La firma agroindustrial mandó a default una deuda de u$s1.300 millones. El fin de semana aceleró la elaboración de una propuesta para sus acreedores. El grueso de sus pasivos financieros es con los bancos públicos.
Mientras escala la polémica por el crédito de más de $18.000 millones otorgado por el Banco Nación a la firma agroindustrial Vicentin, quien tiempo después se declaró en default con deudas por alrededor de u$s1.300 millones, trascendió el borrador del plan de pagos que la empresa pretende ofrecerles a los productores agropecuarios, cooperativas y acopios a los que les compró materia prima por un total de $350 millones.
En tanto, sectores del oficialismo impulsan una posible estatización de la empresa líder en el negocio del crushing de soja, ya que actualmente el Banco Nación es su principal acreedor. Pero esto no es todo, porque en segundo lugar aparece el Banco Provincia, al que le debe otros $1.600 millones.
En este contexto es cada vez más fuerte la posibilidad de que Vicentin ceda activos a la multinacional Glencore con el objetivo de hacerse de dinero fresco y de esta manera salir de ese laberinto económico.
La jornada del viernes no dio respiro en cuanto a información y trascendidos respecto a la continuidad de Vicentin tal como se la conoce. En primer término, el directorio de la compañía con 90 años de trayectoria salió con los tapones de punta en un comunicado a responder las declaraciones de directivos del Banco Nación sobre posibles irregularidades en el otorgamiento del crédito que recibió en la gestión de González Fraga. “Nuestra deuda no fugó del país, sino que está invertida en bienes productivos. El Banco de la Nación Argentina fue siempre, desde hace más de 50 años, la institución financiera más importante para Vicentin y a lo largo de los distintos cambios de Gobierno, siempre se ha manejado de manera Institucional. Lamentamos mucho que se ponga en tela de juicio la actuación de esta Institución que manejó una realidad compleja, a nuestro entender, de la mejor manera posible”, dijo en el escrito que envió a los medios.
En paralelo, horas después, Vicentin dejó trascender de manera extraoficial el plan de pagos que les ofrecerá a los productores agropecuarios, acopios y cooperativas a los que les compró materia prima y con quienes mantiene una deuda cercana a los u$s350 millones. El objetivo fue mostrar voluntad y capacidad de pago para esta porción de sus acreedores que vienen reclamando desde hace semanas precisiones respecto a sus deudas por cobrar (ver recuadro).
En simultáneo volvió a surgir con fuerza la posibilidad de que la multinacional Glencore se quede con parte de los activos o una participación accionaria muy importante de Vicentin, a cambio de saldar sus millonarias deudas que superan los u$s1.300 millones. Ambas compañías son socias en Renova, un joint venture dedicado a la producción de biodiésel. Incluso, semanas antes de declararse en default, la empresa argentina le había vendido un porcentaje de esta firma a su socia europea, pero este dinero no fue suficiente para sacarla del “estrés financiero” que derivó en los impagos.
Glencore no sólo tiene la espalda financiera suficiente para quedarse con una de las mayores procesadoras de soja de la argentina, sino que también muestra voluntad de hacerlo. El gran interrogante es a qué precio.
Cuando Vicentin se declaró en default, todas las miradas apuntaron a Glencore como un posible y lógico salvavidas, aunque especialistas del sector explicaban que la multinacional movería sus fichas estratégicamente. Es decir, comprar Vicentin en cesación de pagos tiene un precio, comprarla prácticamente al borde del concurso de acreedores es otro valor o prácticamente quebrada, uno todavía menor.
La historia dio vuelco cuando estalló la polémica por el crédito recibido y defaulteado tiempo después del Banco Nación. Las nuevas autoridades salieron a declarar que Vicentin todavía no presentó ningún proyecto de reestructuración de deuda e incluso que se inició un sumario para investigar cómo se resolvió entregarle $18.000 millones a una firma sin capacidad de repago.
Así es que con los rumores de estatización, alentados por parte del oficialismo, Vicentin reaccionó con la presentación del borrador del plan de pagos a los productores y en segundo término en las conversaciones con Glencore para que aporte dinero fresco que la saque de esta encrucijada.
Lo cierto es que la firma está prácticamente en tiempo de descuento, por lo que esta semana y los primeros días de febrero serán claves en el futuro de una de las empresas agroindustriales más tradicionales e importantes de la Argentina que afronta su peor crisis desde su fundación.
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