Rodrigo Corti
Después de insistir e insistir, algo común en esta profesión y que a veces te lleva del enojo a la decepción que trae aparejado desistir del interés por la nota, finalmente después de un par de años (pandemia mediante) pudimos obtener la ansiada entrevista con el juez del caso Vicentín.
Fabián Lorenzini nos recibió en su despacho del juzgado civil y comercial de Reconquista brindándonos una entrevista de algo más de una hora, que por momentos se le pareció bastante a una charla de esas que se van extendiendo en el tiempo sin que ninguno lo note. O al menos para quien suscribe. No hubo ningún tipo de imposiciones previas sobre de qué hablar y de qué no. ¿Pero no es que debería ser siempre así? Claro, pero no siempre las cosas son como deberían ser. Los jueces hablan a través de sus fallos, es lo que suele argumentar el poder judicial cuando no tiene ningún interés en dar una entrevista a agenda abierta. Acá no hubo reparos al contenido de la nota, ni uno, pero si en cuanto a su canal de comunicación. Lorenzini nos sugirió hacer la nota con grabadora pero sin cámaras, más que para alguna que otra foto. En su despacho y sin una cámara apuntándolo (como muchos aún lo sienten) fue quizás la comodidad que necesitó para soltar sensaciones que trae encima desde que fue nombrado como juez del concurso preventivo de acreedores más grande en la historia judicial santafesina. Pensándolo bien, y la luz de los resultados, creo que su pedido ya venía precedido de cierta necesidad interior de contar cosas que nunca contó sobre el caso que cambió su vida (y la de muchísima gente) para siempre.
RC: ¿A qué se debe que se haya extendido tanto la resolución de este conflicto? Algo que ha generado muchas suspicacias durante todo el proceso. ¿Era algo esperable, teniendo en cuenta la magnitud del concurso, todo lo que hay en juego y las distintas estrategias judiciales de las partes o pasó algo más?
FL: Yo creo entender perfectamente a la gente, al laburante, al agricultor, al que tiene un crédito pendiente, a las cooperativas y a todos los que de alguna manera tuvieron que acompañar el impacto negativo de la falta de pagos en este caso. Los entiendo perfectamente porque siempre tuvimos en mente que acá el objetivo era tratar de llevarle a todas esas personas, a esos patrimonios y a esas empresas una solución que fuera lo más rápida posible y siempre nos dolió y nos duele cualquier demora. De hecho, cuando tuvimos que enfrentar el peor momento de este proceso concursal que a mi entender fue el momento de la pandemia, por un montón de imposibilidades logísticas de trabajar. Cuando era impensable que esto pudiera avanzar, gracias al esfuerzo y al trabajo del equipo de juzgado y a la buena voluntad de un montón de personas, que por supuesto no se ven pero que estaban ahí y que siguieron estando durante todo este tiempo, se logró generar este mecanismo bastante virtuoso que fue el de permitir que los acreedores verifiquen los créditos y manden archivos desde su computadora. Creo que eso es una muestra de la voluntad que siempre tuvimos desde el servicio de justicia de entender la situación del que está esperando para cobrar la deuda. También entiendo que todas estas cosas que para nosotros fueron grandes esfuerzos y horas de trabajo generando recursos de la nada, a la gente en tanto y en cuanto eso no le repercutió en el bolsillo, no lo termina de captar y de entender, así que es totalmente lógico y comprensible que lo vean así. Lo más importante que yo puedo decir es que siempre tuvimos como eje de trabajo, la absoluta claridad y trazabilidad del proceso. La ley de Concursos no está pensada para Vicentin, está pensada para una situación de insolvencia en general, que tiene más de 30 años. Es decir, cuando se generó la última reforma de la ley, Vicentín gozaba de buena salud. O sea que acá cualquier tipo de análisis que plantee una tendencia de favorecer o desfavorecer a alguien, eso se aclara fácilmente cuando uno se pone a mirar el expediente. Se pone a leer la sentencia y las resoluciones donde una y otra vez hablábamos del tiempo de los acreedores, de la tranquilidad de las familias trabajadoras, de la necesidad de buscar un arco de inversores que le pudieran dar una continuidad a la empresa como tal, más allá de la suerte de los empresarios. Pero esto no es un descubrimiento o un hallazgo que hemos hecho nosotros en Vicentín, esto es algo que ya establecen la doctrina y la jurisprudencia civil y comercial de toda la Argentina y de toda América. Pasa que una cosa es la media de los procesos concursales que se tramitan en nuestro país y particularmente en Reconquista y otra cosa totalmente diversa es pensar en una empresa que dentro de la estructura de lo que se concursó tiene cinco, seis o siete unidades de negocios. Con financiamiento internacional, con terminal de embarques, con transitabilidad en una de las vías fluviales más importantes que tiene toda Sudamérica como es el río Paraná. Cuando uno cobra dimensión de lo que implica trasladar un proceso de insolvencia a una empresa de esta magnitud, todos los elementos que están previstos de antemano resultan poco menos que insuficientes o por lo menos un poco escasos.
RC: Casi que te iniciaste en el rol de juez con este caso. ¿Cómo fue transitar ese paso tan abrupto? ¿Fue algo así para los futboleros como saltar de inferiores a primera, debutando en una final del Libertadores?
FL: Bueno, sí. Vale la metáfora futbolística. Creo que fue y está siendo una gran escuela en muchos aspectos, porque como abogado yo vine acá con 20 años de profesión por lo que ya no era un joven inexperto pero obvio que fue un cambio de cabeza muy grande pasar a la magistratura. El trabajo de juez es un trabajo muy solitario, no sé cómo será en un tribunal. Por ahí en un tribunal o en una cámara uno tiene los pares a su lado y vas dialogando y discutiendo las soluciones. Acá, más allá de que yo tengo que agradecer a Dios que siempre tuve un equipo de trabajo que me acompañó y con el que discutimos las ideas y analizamos las propuestas y las alternativas, a la hora de tomar la decisión estas solo y eso se siente en el cuerpo. Es una sensación muy fuerte y realmente muy profunda. Que pone en juego todo lo que sos y lo que vos crees que sos, y lo que pensás que podés ser capaz de lograr. Entonces, obviamente que fue por momentos un desafío inabarcable donde muchas veces tuve la sensación de que no podía con esto.
RC: ¿Impotencia?
FL: Y sobre todo la sensación de que hiciera lo que hiciese no íbamos a poder brindarle a la gente lo que la gente se merecía, en cuanto a la calidad del servicio de justicia, por eso la preocupación. Porque cuando alguien te dice que pasó mucho tiempo y la gente sigue esperando, para mí eso es muy triste. Si lo tengo que poner en sensaciones personales, te diría que es un poco frustrante. Yo hablo con muchos jueces y con muchos doctrinarios y abogados gracias a que esto se convirtió en una causa nacional y todos te dicen exactamente lo mismo: ningún juzgado de la República Argentina estaba preparado para recibir un concurso de esta magnitud. Ni siquiera los juzgados nacionales de la Capital Federal que tienen relatorías y tienen un presupuesto y una cantidad de personas muy superior a la nuestra. Vicentín pasó a integrar la historia de los grandes acontecimientos jurídicos de nuestro país. Entonces, también digo: que orgullo haber podido estar formando parte, bien, mal, más o menos, de esa historia grande. Volviendo a tu metáfora, jugar la Libertadores ya es merecedor de un reconocimiento. Y además haberte mantenido los 90 minutos en cancha con menor cantidad de jugadores, lastimados y teniendo un desempeño decoroso me parece que es importante. ¿El resultado? (lo acompañó con un gesto de duda) Tal vez desde el punto de vista futbolístico, siempre es ganar o perder. Yo no sé si llevado al término jurídico acá se puede medir de igual manera. Hasta el día de hoy, yo creo que pasa el tiempo y uno sigue haciendo nuevas lecturas y relecturas de todo esto.
RC: ¿Cómo atravesaste que te corrieran por izquierda y por derecha? Teniendo en cuenta que durante el intento de expropiación por parte del Estado algunos te llamaban el juez de Vicentín mientras que otros, luego de la no homologación de la propuesta, te organizaran una marcha con misa incluida en la puerta del juzgado.
FL: En lo personal fue muy difícil, por eso te decía que se trató de un aprendizaje permanente. Yo primero tengo que agradecerle a mi esposa y a mis viejos, mi papá ya no está pero una parte del camino la vivió, a mi hermano y a mi gente cercana también. Si no hubiera sido por el apoyo de ellos creo que yo hubiera desistido porque estaba de por medio la salud, la tranquilidad familiar, etc. Después también quiero agradecer a toda la gente del juzgado que se ha portado muy bien conmigo, y en especial quiero destacar el trabajo de José Boaglio y Alexis Marega. Fue un momento difícil donde tuve que hacer un cambio personal muy profundo donde me tuve que preguntar: si vas a trabajar en este caso, que pasa a ser una elección de vida, sabes que lamentablemente en algún momento vas a favorecer a algunos y desfavorecer a otros. No porque seas bueno, malo, más justo o más injusto sino porque habiendo tantos intereses legítimos en juego; individuales económicos, sociales, productivos, políticos, corporativos, etcétera; es imposible que en algún momento para maniobrar este proceso tan gigantesco no tengas que postergar algún derecho o interés de algunos para poder permitir que el proceso siga avanzando. A mí no me gustó decirles a los productores agropecuarios que no podían cobrar su deuda en dólares, pero es lo que dice el artículo 19 de la ley.
RC: Sin embargo, el año pasado luego de la denuncia de un acreedor en tu contra, intentaste tirar la toalla. ¿Por qué pediste ahí que te corrieran del caso?
FL: Yo creo que era una cuestión estrictamente funcional. Yo sentía en ese momento que para tomar un montón de decisiones que venían después yo no podía seguir así. Personalmente lo digo, hablo por Fabián Lorenzini y no por los jueces en general, mis parámetros éticos a mí me hacían ruido de permitir un cuestionamiento que yo sentía que era inapropiado. No puedo decir ni siquiera injusto porque eso le corresponde al tribunal juzgarme a mí y a mi rol como funcionario de un servicio de justicia. Entiendo que los jueces no tenemos ningún tipo de privilegio extraordinario más allá de lo que conlleva nuestro trabajo y nuestra función que en realidad es un honor. Lo veo como un compromiso con la sociedad que uno tiene como persona humana y como ciudadano que debe honrar todos los días y es justamente eso lo que yo sentía que estaba en juego en ese momento. Y por supuesto que fue una de las decisiones que más me costó tomar.
RC: ¿Fue la gota que rebalsó un vaso que ya venía al tope?
FL: Creo que ahí en realidad lo que intenté marcar es que yo como abogado, como una persona más de esta sociedad y fundamentalmente como padre, yo necesitaba poder mirar a mis hijos libre de cualquier tipo de sospecha. Esa era mi situación en ese momento y pensaba justamente que iban a venir un montón de decisiones importantes, que de hecho vinieron, y sentía que no podía estar bajo ese cuestionamiento sin una resolución al respecto. Porque a mí esa situación me generaba un momento de violencia moral, y así lo dije. Luego la Cámara revisó mi criterio y me dijo: lo entendemos como persona pero marche preso, usted cómo funcionario tiene un rol que cumplir y si no le gusta se puede volver a su casa y a la profesión. El mensaje fue claro, yo lo entendí y seguí trabajando. Hoy no se que hubiera hecho, porque la vida es dinámica y uno va cambiando mientras vas incorporando vivencias. En ese momento, yo sentí que necesitaba estar tranquilo para tomar cualquier tipo de decisión.
RC: ¿Y esa tranquilidad la conseguiste?
FL: Yo creo que sí. Mirá, hay una frase que dice “el éxito no convoca a nuestros deseos, sino a nuestros talentos”, entonces ahí es donde uno se pone en juego todos los días. Y la satisfacción o insatisfacción con la tarea realizada, el bienestar o malestar con lo hecho tiene que ver entre tantas otras cosas de la vida con el respetarse uno mismo y con el ser consecuente con lo que uno cree. Después uno puede cambiar y decir: acá me equivoqué, pero lo importante es que la decisión en su momento haya sido en base a tus principios. Ese siempre es mi deseo cuando hago las cosas donde a veces se logra y en otras, lamentablemente, no.
RC: La verdad que me cuesta imaginar ese momento de tranquilidad tuya en todo este proceso. De hecho, de arranque nomás se puso la lupa sobre tu pasado en el banco Nación y la relación crediticia de éste con el grupo Vicentín.
FL: Bueno, yo creo que eso habla en favor de todo esto que te vengo diciendo. Porque tal vez, no lo sé, pienso ahora en retrospectiva y allí podría haber dicho: yo fui abogado del banco Nación y no puedo ser parte de este concurso, que pase el que sigue. Si se quiere, tal vez en ese momento hubiera sido más cómodo, más políticamente correcto o menos cuestionado tal vez, pero yo sabía que no me correspondía porque la ley de Concursos expresamente te lo asigna. La competencia le tocaba a este juzgado porque así salió por sorteo y el Código Procesal Civil y Comercial de la provincia de Santa Fe te dice que en los concursos los jueces no nos podemos excusar por ese motivo. Yo tenía apenas un año y medio de trabajo de experiencia, no como abogado sino como juez, entonces esa tentación por así decirlo existió obviamente. Pero bueno, yo no hubiera sentido tranquilidad a pesar de que eso fuera tal vez lo más cómodo o más conveniente para mí.
RC: ¿Hoy no te lo hubieras perdonado?
FL: No, para nada. La provincia y la sociedad santafesina me eligieron para que sea juez y yo no me puedo correr de ese rol, que para mí es un honor y una responsabilidad, ante la primera dificultad que yo encuentro en el camino por más grande que sea. Si la vida me puso acá es porque en definitiva yo tengo un rol que cumplir. Si lo cumplo bien o lo cumplo mal, para eso hay un tribunal constitucional que puede examinar mis actos como magistrado y decir usted se equivocó y aplicará las sanciones correspondientes. Esto es así y yo como juez no me siento exento de ese análisis cotidiano de poder apoyar la cabeza en la almohada y decir: me hubiera gustado resolver otra cosa, pero era lo que me tocaba hacer. Entonces ahí es donde tenés que aprender a convivir como ser humano con tus propias limitaciones y con los parámetros de una función que muchas veces nos pone a prueba.
RC: Estamos hablando de un hecho histórico del que vos formas parte, que incluso ya llegó al cine. ¿Viste el documental Cuellos Blancos?
FL: No, no lo vi. No tuve oportunidad, no por algo en particular sino por una cuestión de tiempo. Pero yo miro todo lo que puedo y seguramente en algún momento lo voy a ver. No tengo problema en verlo y yo mal podría desde mi función ponerme a pensar que está bien o mal. Yo simplemente trato de explicar lo que nosotros como funcionarios públicos del servicio de justicia intentamos hacer, pero por supuesto que después la sociedad tiene derecho a formular sus preguntas y hacer todos los análisis que le parezcan.
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