No habrá anuncios sobre retenciones. Tampoco se esperan definiciones sobre la deuda.
La presentación de Alberto Fernández este domingo ante la Asamblea Legislativa será un espectáculo político-institucional que, todo indica, merecerá la máxima atención. El Presidente llegará al Congreso para cumplir por primera vez en su mandato el rito de la apertura de sesiones ordinarias y dar su discurso sobre el Estado de la Nación.
Ese ejercicio casi lo obliga a realizar un resumen de la marcha de los asuntos del país hacia atrás, con el consiguiente balance sobre la herencia del macrismo, pero también a dar pautas de lo que vendrá. Y es en ese punto donde comienzan las incógnitas que tienen en vilo a casi todo el mercado y buena parte de la política.
Todo indica que habrá algunos desencantados tanto en la City porteña como en Wall Street; no muchos porque casi todo el mercado sabe que no hay noticias cuando se está en un estado incierto aún en la negociación de la deuda.
El FMI ya dijo lo suyo y, quizás con más énfasis que nunca desde esta semana, fijó los verdaderos parámetros de la negociación. Gerry Rice aclaró que aún no hay propuesta de negociación entre el Fondo y Argentina. Es algo más que obvio, salvo para muchos argentinos que pretenden hacer lecturas románticas sobre el comportamiento de quienes deben (como corresponde) manejar la realidad solo a través de los números. El FMI actuó por motivaciones políticas, sobre todo las que le llegaron desde EE.UU., cuando le otorgó el préstamo al gobierno de Mauricio Macri. El Fondo confirma, entonces, que puede estar dispuesto a negociar plazos, inclusive tasas, pero que hará falta hablar sobre proyecciones fiscales, aunque si se permitió entregarle a la Argentina el “regalo” de ratificar el mensaje a los acreedores privados para que se preparen para una quita importante.
Es decir, el FMI les dijo una verdad de evidencia dolorosa que podría traducirse mas o menos así: ¿Por qué tengo yo el derecho a cobrar sin quita y ustedes no? Porque yo soy el único que le presta a un tipo cuando está quebrado.
Y esa es la afirmación que se abraza a las argumentaciones del gobierno de Alberto Fernández y que estará presente el domingo en el discurso presidencial: cuando el FMI accedió a prestarle los u$s 57.000 millones, que finalmente no se terminaron de desembolsar, Argentina ya estaba quebrada. De ahí en más todo lo que rodea a la negociación con bonistas queda bajo el velo de una negociación que ni siquiera comenzó, a pesar de las reuniones que viene manteniendo Guzmán con los fondos privados.
Hasta ahí (y aunque suene irónico) alcanzarán las “buenas” noticias en materia de estrategia en el mensaje presidencial. En el resto de lo económico, todo indica que no habrá muchas más certezas por ahora. El mundo financiero esta esperando un plan económico que el Gobierno retacea. No parece que, más allá de las líneas generales, el Presidente diga ante el Congreso y en medio de una negociación que aún no tiene armada la oferta final a los bonistas, algún dato esencial de lo que vendrá en esa materia. La única certeza en ese sentido la dio Martín Guzmán cuando aclaró que no estaba en la proyección del Gobierno tener superávit hasta el 2023. Los números del déficit primario de enero alcanzaron los $3.766 millones y se prendieron algunas luces naranjas.
Se presume que no habrá sorpresas, tampoco, en lo que se refiere al agro: ayer todas las entidades sabían que el Presidente no anunciaría la suba de retenciones sobre la soja a 33%. Ese aumento se considera innegociable y aunque muchos duden de la motivación meramente fiscal de esa decisión, el Gobierno no está dispuesto a dar marcha atrás.
Existe una oferta, aún gaseosa, para bajar el resto de las retenciones contra la suba a 33 en soja y hasta de una segmentación. La única promesa concreta ayer fue frenar el anuncio el domingo y pasar todo para dentro de una semana.
No hay una liaison directa entre la pelea del Gobierno con la Justicia y la marcha de la economía, pero a largo plazo esos caminos pueden cruzarse. Alberto Fernández se encontrará en la Asamblea con la Corte Suprema en pleno que irá a escucharlo. Esos mismos jueces son los que deberá decidir sobre los planteos que hagan muchos de sus pares afectados por la reforma en el régimen de jubilaciones de la Justicia que ayer comenzó a reformarse en Diputados. Son los mismos que deberán responder sobre los recursos que les lleguen, más tarde o mas temprano, por la suspensión de la movilidad jubilatoria en todo el sistema. No son los únicos temas en los que el Gobierno puede necesitar auxilio de la Justicia. Este tema va a estar seguro en el medio del discurso presidencial. Imposible adelantar si en eso habrá sorpresas.
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