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¿Cómo es el PCC, la organización criminal más poderosa de Brasil?

Con más de 30.000 miembros, tiene casi el 90 % del control de la población carcelaria de país y ha expandido sus tentáculos fuera de Brasil a través del tráfico de drogas.

 

La historia de la organización criminal más poderosa de Brasil, el Primer Comando de la Capital (PCC), comienza en 1993 durante un partido de fútbol en Taubaté, una prisión de máxima seguridad en Sao Paulo.

Ocho presos conocidos como “los de la capital”, por ser los únicos de la ciudad de Sao Paulo, bautizaron así a la banda. Según describe Fátima de Souza, periodista y autora del libro ‘PCC, la facción’, los presos utilizaron un partido de fútbol como pretexto para atraer a otros rivales que controlaban la prisión.

“La cárcel ya tenía a su jefe y el PCC quería el poder, para eso necesitaba matar. Durante el partido mataron al líder y jugaron con su cabeza como pelota”, relata De Souza. El subdirector de la penitenciaria también fue degollado. Las decapitaciones se convertirían en algo habitual en los enfrentamientos carcelarios.

En una carta al diario Folha de S. Paulo, José Márcio Felício, el Geleião, que lleva más de 40 años en prisión, habla sobre aquella matanza. “Después de las muertes, llamé a todos al centro del patio y con las manos manchadas de sangre dijimos: Aquí, en este momento, está fundada la facción PCC, Primer Comando de la Capital. Vamos a combatir a los corruptos y a los opresores del sistema carcelario”, relata.

Geleião fue destituido en 2002 y Marcos Willians Herbas Camacho, alias Marcola, pasó a ser el principal líder, y hoy se encuentra preso en una cárcel de máxima seguridad en Brasilia. En su misiva, Geleião describe la prisión de Taubaté como un lugar “perverso” donde tuvieron lugar las “mayores barbaridades y ninguna autoridad hacía nada”.

 

La hermandad secreta

El PCC se convirtió muy pronto en una especie de hermandad secreta cuyo objetivo, en un primer momento, fue combatir la superpoblación carcelaria, la falta de higiene, las torturas, en definitiva, las vejaciones que sufrían los presos.

Surgió también para evitar sucesos como la conocida “masacre de Carandiru”, que aconteció un año antes de la formación de la banda, en 1992, cuando 111 presos murieron a manos de la Policía.

Con un estatuto propio, compuesto de 18 artículos y bajo el lema “paz, justicia, libertad, igualdad y unión para todos” o “un hermano no mata a otro hermano”, la vida de los presos mejoró y el PCC fue ganando credibilidad.

Los presos comenzaron a protegerse los unos a los otros, mientras que en el exterior, gracias a los pagos de 50 reales (unos 10 dólares) que realizaba cada uno de los detenidos y de unos 1.000 reales (unos 180 dólares) los que estaban en libertad, el PCC pudo otorgar asistencia legal a sus miembros y apoyo financiero a las familias.

En la actualidad, la banda –que sigue una estructura jerárquica conocida como “sintonía”– está compuesta por más de 30.000 miembros y tiene prácticamente el 90 % del control de la población carcelaria de Brasil, que cuenta con más de 750.000 reclusos.

Durante años, las autoridades negaron el poder de la organización y fueron cambiando a sus líderes de un presidio a otro, lo que propició que sus tentáculos se expandiesen por todos los estados del país.

 

Motines y ataques

Su influencia se hizo patente en una serie de rebeliones orquestadas por la organización en 2001 y que fueron consideradas como el “mayor motín de la historia de Brasil”. Unos 27.000 presidiarios de 29 cárceles del estado de Sao Paulo se sublevaron y tomaron como rehenes a 10.000 familiares que ese día visitaban las prisiones.

En 2006, quedaba también sellado su poder fuera de las prisiones tras una ola de ataques contra las fuerzas de seguridad y la población civil que dejó 564 muertos y un centenar de heridos.

En la actualidad, el PCC es considerada una organización criminal transnacional presente en países como Paraguay, Bolivia, Perú y Colombia, así como en Europa y Asia. El tráfico de drogas constituye uno de sus principales ingresos, pero también el que consiguen con el robo de bancos, asesinatos y secuestros.

“Si fuese una empresa, el PCC sería hoy la decimosexta más grande del país, por delante de gigantes como el fabricante de automóviles Volkswagen. Se trata de un imperio corporativo en el que los productos son las drogas ilícitas. Los clientes son drogadictos. Los proveedores son delincuentes paraguayos, bolivianos y colombianos. Los métodos son el asesinato, la extorsión, el soborno y el lavado de dinero”, escribió en un artículo el periodista e investigador Leonardo Coutinho.

En 2018, tras la muerte de uno de sus líderes, se descubrió que el PCC factura 400 millones de reales (unos 75 millones de dólares) anuales, aunque la Policía piensa que ese monto podría ascender hasta los 800 millones de reales (unos 150 millones de dólares) lo que, según O Estadao, le situaría en una de las 500 mayores “empresas” del país.

Esta semana, la Policía efectuó una megaoperación “histórica” contra el núcleo financiero de la banda, en la que se detectó que 220 presos recibían un subsidio mensual a través de testaferros por ocupar “cargos de alto rango” en la organización criminal o realizar “misiones, como la ejecución de funcionarios públicos”. Se bloquearon 46 millones de dólares distribuidos en varias cuentas bancarias.

 

Sangrientas masacres

El PCC se disputa el poder con su gran rival y segunda gran organización de Brasil, el Comando Vermelho (PV), fundada en una cárcel en Río de Janeiro en 1970 y en la que se inspiró la “hermandad” durante sus comienzos. En 2016, PCC y PV pusieron fin a una tregua pactada en 1990, lo que dio lugar a una serie de sangrientas masacres en las prisiones del norte y nordeste del país.

“La ambición del PCC fue la que posibilitó su expansión tanto dentro como fuera de Brasil, pero también fue la que le llevó a romper el acuerdo con el CV, provocando el enfrentamiento directo entre las organizaciones ya no solo dentro de las cárceles, sino también en las calles de gran parte de Brasil y por un período de tiempo sostenido”, explica el Real Instituto Elcano en un estudio sobre la evolución de las organizaciones criminales brasileñas.

La hostilidad entre las facciones es constante. El año pasado, varios enfrentamientos en diferentes cárceles del norte del país dejaron más de un centenar de reos muertos, muchos de ellos decapitados. También en 2019, el PCC ocupó las portadas de los periódicos tras protagonizar una fuga de película cuando 75 presos huyeron por un túnel de una prisión de Paraguay, donde la banda tiene una importante presencia. Ofrecieron 80.000 dólares a los guardianas y a la policía para poder escapar. Una vez más, el PCC demostró su poderío.

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