Pablo Agustini fue imputado por el delito de “chantaje en grado de tentativa”, un caso que ha generado gran expectativa en la comunidad debido a la complejidad de los hechos denunciados y las posibles implicancias legales.
El “chantaje” es un delito que, de acuerdo con el Código Penal Argentino, implica una amenaza o presión sobre una persona para obtener, generalmente, un beneficio económico, aunque también puede extenderse a cualquier otro tipo de ventaja indebida. Si Agustini es encontrado culpable, podría enfrentar una pena de entre 3 y 8 años de prisión, dependiendo de las circunstancias específicas del caso, y si la tentativa de chantaje se considera un hecho consumado o no.
La jueza Natalia Palud, a cargo de la causa, decidió otorgar la libertad a Agustini bajo condiciones restrictivas mínimas, en una audiencia llevada a cabo este viernes. La magistrada consideró que no había suficientes razones para mantener a Agustini en prisión preventiva, argumentando que no se evidenciaba riesgo de fuga o entorpecimiento de la investigación. Esta decisión ha generado debate, ya que el fiscal Valentín Hereñú, quien está a cargo de la investigación, sostiene que cuenta con pruebas contundentes para continuar adelante con el proceso penal y pidió que Agustini siga tras las rejas.
El relato de Agustini: amenazas y extorsiones a través de Telegram
En una extensa audiencia imputativa, Agustini tomó la palabra y ofreció un testimonio en el que intentó explicar su versión de los hechos. Con un tono visiblemente emocionado y en varios momentos disculpándose, especialmente hacia A. P. F. y su madre S., las dos mujeres mencionadas en el expediente, Agustini aseguró que ellas quedaron involucradas en una situación que se remonta a problemas financieros que él viene atravesando desde junio.
El imputado detalló que comenzó a ser víctima de amenazas y extorsiones por parte de gente que se considera estafada por él, las cuales se intensificaron en septiembre. Según explicó, los extorsionadores lograron contactarlo a través de la plataforma de mensajería Telegram, una red conocida por su alto nivel de privacidad y por permitir a los usuarios interactuar sin revelar su número de teléfono. Agustini relató cómo cambió su dispositivo móvil después de que su padre le retirara el iPhone que utilizaba inicialmente, para proporcionarle un Samsung J6, un teléfono que, según él, tiene “mucha menos seguridad” en comparación con el iPhone. Fue en este contexto, afirmó, cuando las amenazas comenzaron a volverse más directas y peligrosas.
Telegram, según las declaraciones de Agustini, jugó un papel fundamental en su historia de acoso y hackeo. “Telegram tiene una función que permite que alguien te hable sin siquiera ver el número de teléfono; pueden ocultarlo si no lo tienen agendado”, explicó durante su testimonio. A su vez, la aplicación cuenta con mensajes efímeros, similares a los de WhatsApp, pero con una diferencia significativa: los usuarios pueden eliminar la conversación desde el otro lado, lo que impide que quede registro en el teléfono de la víctima. “Eso pueden verificarlo entrando ustedes mismos en la aplicación”, afirmó, señalando una posible vía de defensa en su imputación.
Agustini explicó que, a través de esta plataforma, comenzó a recibir una cantidad alarmante de amenazas. “Me mandaban fotos de mi hermano del medio trabajando. Él no trabaja en mi casa, y el más chico tampoco. Luego me decían que sabían los horarios de los partidos de fútbol de mi padre”, explicó, visiblemente afectado por la situación. El temor que estas amenazas generaron en Agustini lo llevaron, según su testimonio, a cometer un error grave: cedió el acceso a su cuenta de Instagram y Telegram a los extorsionadores.
En este punto, Pablo Agustini ofreció una disculpa pública a A. P. F. y S., aclarando que él no fue quien envió los mensajes intimidantes que recibieron. “Sinceramente, debo aclarar que no envié todos esos mensajes a A. y S. Yo siempre la traté con muchísimo respeto a A. y la cuidé. S. sabe de eso. Jamás haría algo para dañarla a ella”, expresó. Insistió en que no conoce quién fue el responsable de enviar dichos mensajes y atribuyó todo a la situación de hackeo que venía padeciendo. “Mi error fue no confiar directamente en la Justicia o en mi familia y decirles que estaba pasando esto”, reconoció.
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Una relación de confianza quebrada y un pedido de disculpas
El tono de la declaración de Agustini giró hacia lo personal cuando habló de la relación que tenía con las dos mujeres afectadas por esta situación. “Yo no mandé esos mensajes. Ni sé quién lo hizo”, reiteró. Además, expresó que está bajo tratamiento debido a la presión emocional que todo este conflicto le ha generado. “Vengo con tratamiento por la presión que todo esto me genera, y con mucho miedo. Yo no vivía en mi casa, y volví ahora por las reiteradas veces que sufrí amenazas en mi departamento”, reveló.
A lo largo de su testimonio, Agustini intentó en varias ocasiones disculparse ante Ferrer y Silvana, destacando la buena relación que mantenía con ellas antes de que este conflicto se desatara. “Tengo una relación demasiada buena con ellas dos, y no puedo creer que las haya sometido a esto. Sí, lo puedo creer en cierto sentido, porque realmente vengo con muchos problemas de hackeo y extorsiones, y un montón de cosas. Lo que hice muy mal fue no confiar directamente en la Justicia y decir ‘pasa esto’”, manifestó.
El imputado también sugirió que no tenía control sobre el dinero que le fue solicitado a través de los mensajes enviados en su nombre. “Yo sé que no envié esos mensajes. No sé si el CBU que le pasaron estaba a mi nombre. La abogada me preguntó si el CBU que usaba era el mío, y yo no sé en qué termina. Si habría alguna forma de corroborarlo, ahora me gustaría hacerlo”, comentó.
La decisión de la jueza Palud y los próximos pasos en la investigación
Pese al emotivo testimonio de Agustini, el fiscal Valentín Hereñú fue categórico al señalar que existen pruebas suficientes para seguir adelante con la imputación por el delito de “chantaje en grado de tentativa”. Según Hereñú, las pruebas recabadas hasta el momento indican que Agustini, de alguna manera, estuvo involucrado en las amenazas y extorsiones hacia A.F. y su madre S..
La jueza Natalia Palud, sin embargo, consideró que los argumentos del fiscal no eran suficientes para justificar la prisión preventiva, por lo que decidió otorgar la libertad a Agustini bajo algunas condiciones mínimas. Entre las restricciones, se ordenó que Agustini no tenga contacto con las víctimas ni se acerque a ellas mientras continúe la investigación.
El caso, que está lejos de resolverse, continuará avanzando con la recopilación de pruebas por parte de la Fiscalía, mientras que la defensa de Agustini intentará demostrar que el acusado fue una víctima de hackeo y que no tuvo participación directa en los hechos de los que se lo acusa. De confirmarse su responsabilidad, Agustini podría enfrentar una condena significativa, ya que el delito de chantaje en grado de tentativa es considerado un delito grave en el Código Penal Argentino.
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